La degradación de las especies y los hábitats protegidos sigue avanzando, principalmente a causa de la agricultura intensiva, la urbanización, las actividades silvícolas no sostenibles y los cambios en los hábitats de agua dulce. La contaminación del aire, el agua y el suelo también afecta a los hábitats, al igual que el cambio climático, la sobreexplotación de los animales mediante actividades de aprovechamiento ilegal y la caza y la pesca insostenibles. Si no se le pone freno, esta degradación conducirá inevitablemente a la continua erosión de nuestra biodiversidad y de los servicios vitales que esta presta, con el consiguiente peligro para la salud y la prosperidad humanas.